miércoles, 19 de enero de 2011

ROJOS y AZULES: Kevin Avila y Diego Scharifker

Después de lo sucedido el pasado mes de diciembre con la aprobación de la Ley de Universidades por parte de la Asamblea Nacional y el posterior veto presidencial que la calificó como ‘inaplicable’, el mundo académico se volcó en pleno a la discusión, análisis y propuestas para la creación de un nuevo corpus legal.


En ningún momento se desconocieron las motivaciones que esgrimieron los sectores implicados para indicar la necesidad impostergable de realizar cambios urgentes y profundos en nuestras instituciones de educación superior. Pero el mundo académico no reconoció los métodos e intensiones que perseguían la propuesta presentada.

Lejos de desplegar una reforma para la mejora del sistema de educación superior con el objetivo de formar ciudadanos calificados, se presento una reforma para conquistar intereses político-sociales. La respuesta de la institución fue contundente: “Hemos perdido demasiado tiempo discutiendo sobre ideologías que juegan con las ilusiones generales para esconder intereses particulares. Dediquémonos a discutir los caminos que debemos seguir para mejorar la calidad del mundo académico y de la sociedad en general”. Ilustradas palabras; apenas surtieron efecto.

El gran debate del lunes 10 de enero entre Diego Scharifker, presidente de la Federación de Centros Universitarios, y Kevin Avila, miembro de dicha Federación, apenas merece ser reseñado como acto de proselitismo político. Si somos incisivos en nuestra presentación lo que verdaderamente debemos destacar del acto fue su pobreza académica y el inexistente manejo por parte de los protagonistas de los conceptos elementales de la propuesta de ley que pretendían analizar.

En la institución estamos para dar un verdadero ‘debate de altura’ y eso sólo se logra con preparación. Aunque los dos se mostraron convencidos de sus ideas y objetivos, ninguno pudo plasmar en los presentes la efervescencia de la conciencia. Hablaron, esgrimieron argumentos buenos y malos. En definitiva, el debate fue improductivo.
Fracaso no de asistentes, sino de ideas. La visión que impregno a los dos expositores es la misma en la que se ve el mundo de los azul y el de los rojo, es decir, que daría lo mismo que la ley fuera discutida por los diputados en vez de los estudiantes. A todas estas, ambos sectores están diciendo lo mismo.

La institución debe discutir la forma que se dará a la academia en los años venideros. Discusión que debe darse en el terreno de los académicos; de lo más elemental hasta las implicaciones del corpus visto como un todo. Para ello, lo primero que debe exigirse a los representantes de los distintos gremios es que no se empeñen en separar la discusión entre opositores y oficiales, sino entre los interés de la academia como institución histórica y adaptada a las exigencias del país, y la persecución de fines político partidistas dentro de la misma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario