Para quienes aún creen en la utopía de la izquierda, visitar por primera vez La Habana puede resultar, cuando menos, una experiencia desconcertante, frustrante y absolutamente contradictoria.
Ya lo apuntaba Tomás Gutiérrez Alea, "Titón", en Fresa y chocolate, cuando el homosexual sensible y culto le muestra al cuadrado militante comunista la huella más visible de la revolución: una ciudad derruida, con el pasado pendiendo de un hilo, borroso y execrado, y el presente negado a reconocer una identidad cultural que difícilmente pueden acallar las consignas políticas. La bella armonía de una composición de Ernesto Lecuona contra el grito impositivo de un "Patria, socialismo o muerte".
Para el fotógrafo caraqueño Jorge Luis Santos, La Habana es un gran teatro urbano donde se respiran aires de nostalgia, una pesada esperanza que no termina de llegar. "La aparente despreocupación del cubano oculta una necesidad diaria de resolver el vivir y que, a fin de cuentas, no es otra cosa que el sobrevivir", dice el artista formado en el Roberto Mata Taller de Fotografía y en la Organización Nelson Garrido.
Cada una de las instantáneas de Espérame en La Habana respira soledad, pobreza, resignación. Cuba no es una isla rodeada por el "mar de la felicidad", sino la permanente espera de una ilusión, tiempo no detenido, sino marchitado. "¿Se pueden detener acaso la vida y los años de hombres, mujeres y niños? ¿Serán años perdidos?", se pregunta Santos, para quien representó un tour-de-force recorrer las calles habaneras sin sopesar el costo de un proyecto político que se dice humanista, pero que se ha olvidado del hombre. "Y para cualquier venezolano es deprimente pensar que aquél pudiera ser nuestro futuro", concluye el fotógrafo.
http://caracasfoto.blogspot.com/2011/05/la-individual-del-lunes-diana-duque-el_16.html
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