
La forma más simple de reseñar The Social Network (La Red Social), es a la vez la más equivocada. Sí, la película
deconstruye el modo en que supuestas amistades se quiebran en torno a la creación de un sitio. Uno que, irónicamente, fomenta la interactividad e intimidad virtual pública de las relaciones sociales humanas en la red. Pero la última película de David Fincher (Fight Club, Seven) es mucho más. The Social Network es una gran película que aborda no solo la fundación de Facebook o la vida moderna digital. En el núcleo, exprime el espíritu emprendedor, competitivo e inventivo del ser humano que carcome las reglas de lo socialmente aceptado pues es inevitable pasar a llevar al otro. Esas son las reglas del juego. Donde es más cool tener mil millones de dólares que mantener la integridad con los amigos. La otra cara de la moneda de la cartelera nacional, una que sí tiene significado.La motivación que lleva a crear a un individuo, ya sea por despecho o simple cacería de vaginas, y una iniciativa. Algo que está entrampado en el terreno de la inseguridad latente de aquellos que viven conectados en la onda creativa. Es decir, la gente que está en la búsqueda de la idea original que garantizará tener un futuro, para acceder a todos los beneficios que arrastra el éxito. Y como lo que le sucede a estos tipos no es exclusivo del campo virtual de los ceros y unos, los juicios de valor en el guión de Aaron Sorkin no son absolutos. No tratamos con simples carcasas que en otros tiempos catalogarían de anti-sociales incapaces de relacionarse. Hoy son emprendedores. Tienen un objetivo. Son influyentes. Soy un CEO, perra.

La Red Social (The Social Network) está basada en el libro Millonarios Accidentales de Ben Mezrich. Pero a diferencia del papel, que realiza un seguimiento histórico lineal para la creación de Facebook, la película se mueve de forma intensa – pero sin olvidar el balance de humor – a partir del juicio por los derechos del sitio al pasado de su mente maestra: Mark Zuckerberg, quien es recuperado para la pantalla grande por un excelenteJesse Eisenberg (Zombieland). Nos trasladan así a los tiempos en donde se forjó una idea sin héroes ni villanos absolutos, donde el gran ganador es el éxito que llevó a la litigación por el crédito fundacional de Facebook y la increíble cantidad de dinero que mueve el sitio. De este modo, conocemos a un genio computacional de la Universidad de Harvard, con insalvables tintes de tratamiento digno del Asperger, que en una primera impresión se mueve por la falta de aceptación. Su objetivo aparente es crear una propuesta web que logre impresionar a los Clubs Finales, aquellas sociedades de élite que tienen acceso a todo lo que un hombre desea en una universidad: poder, jolgorio y mujeres hermosas. O sea, la gloria del mete y saca.
Sin embargo, la génesis de Facebook está más impulsada por lo que representa la idea de una mujer que lo dejó por ser un completo imbécil, detalle que no sucedió en la vida real pero que está dado para trazar la personalidad de Zuckerberg, y por su deseo por mandar al diablo a aquellas organizaciones de niñitos de bien que siempre lo han tenido todo. Para esto último, La Red Social centra la mira en los gemelos Winklevoss, interpretados de forma notable – en su mayoría – por Armie Hammer. Ellos son un par de exitosos atletas que tienen una idea de sitio web para desarrollar al interior de la Universidad, por lo que deciden acudir a Mark luego que esté causa estragos con un sitio que permite calificar las mujeres en el campus. Pero todo lo que tienen los hermanos, no está al nivel de Zuckerberg. La gran gracia de la actuación de Eisenberg es que nos crea a un genio despreciable que no está dispuesto a regirse por el resto. Está por sobre todos, donde el mundo merece una mínima parte de su atención. Toda esa representación es creíble, atractiva y ni de cerca caricaturesca. Es decir, no es ni Sheldon ni tan apáticamente atractivo como Dr. House. Y aunque es un genio en múltiples materias, logrando armar códigos en minutos… simplemente no entiende al resto que lo rodea. Y esa es la clave de la interrogante principal: ¿Robó realmente la idea de Facebook o nadie entiende que siempre el concepto fue suyo?

Con traiciones dignas de El Padrino II, la apuesta de La Red Social no tiene mucho que ver con la creación del código de un sitio, lo que sería realmente aburrido, sino más bien en el tipo de gente metida en esas aventuras. Un grupo que no era precisamente estilo La Venganza de los Nerds y de la noche a la mañana, de la mano del auge de la tecnología y la aventura en la era de la información, son más cool de lo que nunca lo fueron. Pese a eso, en la película existe una escena totalmente maestra que nos sumerge en la mente y en el modus operandi para armar el código. Por otro lado, tenemos la serie de problemas legales en los que está Zuckerberg debido a sus cuestionables decisiones, sino también por lo que sucede en torno a su quiebre y conflicto con el que alguna vez fue su mejor amigo Eduardo, interpretado de gran forma por Andrew Gardfield (El Imaginario del Dr. Parnassus). El mismo que en el futuro se transformará en el trepamuros favorito de la Gran Manzana y que aquí demuestra sus sólidos dotes actorales.
A partir de ahí, la película utiliza la preparación de los juicios para armar su esquema narrativo. La Red Social salta constantemente en el tiempo desde el origen que generó el famoso sitio web, con todo el ambiente de Harvard en el medio, al clímax en donde inevitablemente Zuckerberg se queda solo comandando el barco de la amistad y se ve enfrentado al ataque legal. Por eso nada de la historia conocida, factor en el que la mayoría de las personas que están conectadas y pendientes de este proyecto saben el estado actual de la historia, no afecta el desarrollo de la película. Da lo mismo si uno sabe que Facebook realmente es un monstruo que sigue adelante pese a las demandas en la actualidad. Lo que le importa a los realizadores son las personas y sus motivaciones en la creación. De ahí que sea un verdadero éxito en términos de enganchar recreando terreno contemporáneo, pese a que la pista sea conocida.

En todo caso el quiebre de la película en términos de manejo está enfocado en Sean Parker, el fundador de Napster, recreado de forma notable por Justin Timberlake. Desde el momento en que entra en escena su despreciable ser, marca el cambio que permite validar los turbios objetivos de un Zuckenberg que entrega odio al no saber relacionarse, entrando en movimiento con la maquinaría que lo beneficiará en desmedro de Eduardo. Al mismo tiempo, succiona sus deseos y logra dar las bases donde el tratamiento de alfombra roja a veces es más importante que estar parado ya en una. Todos elementos que magnifican la visión de creación con enfoque de depredador en contra de aquellos que no están capacitados. Y eso lo arma Parker sin hacer realmente mucho. En contraste, y tal como acontece en Zodiac, aquí se elaboran grandes temáticas en torno a un suceso que a la larga sirve más de excusa. Sí, aquí vemos la creación de un sitio. Pero aquello está en segundo plano.
Ese es el escenario que permite ahondar en el quiebre de la privacidad en la era de Internet, los cambios en el paradigma social influenciados por la red y lo que genera aquella interacción en el mundo real. Más aún, está ahí para forjar una gran metáfora de lo que puede implicar una creación inventiva individual emprendedoramente egoísta, y su consecutiva consolidación, en el día a día de millones de personas. Por esto La Red Social a la larga es una gran película para los nuevos tiempos, de una magia digital imperceptible a menos que sepas de antemano y que logra dar un giro al excelente libro que sirve de base. Un apuesta altamente ganadora en una época de realizaciones mediocres que llegan a la pantalla grande, que logra mediar tanto la malicia de su protagonista como la redención de los incomprendidos que finalmente logra ser parte de la gente bella cortesía de su genio. Que es al final, pese a quien le pese, un hombres rico.
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