
María Benedetti y su farmacia de la naturaleza
La herbóloga que encuentra en las plantas su mejor medicina
Su edad cronológica supera el medio siglo. Es un dato difícil de asimilar al observar su figura, delgada y ágil, desplazarse a velocidad de quinceañera. Atraviesa el paisaje verde y no puede evitarlo. Se detiene. Arranca una hoja de aquí, otra de allá. Invita a oler y a probar cada una mientras informa: "Esta de aquí es citronella, esta limoncillo, esta hierba dulce". María Benedetti es una maestra innata, de esas que regalan conocimiento hasta sin querer. Nos recibió en la finca de Aguas Buenas donde imparte sus talleres. En esta, su farmacia de la tierra, la herbóloga y botánica empírica -como se autobautiza- se regodeó a sus anchas en la naturaleza mientras conversó y posó. En sus gestos, palabras y carcajadas se reveló sin reservas un espíritu poseedor de una alegría contagiosa. Un carácter que emana sencillez, aun cuando sus labios liberan nombres científicos que suenan a trabalenguas.
Hija de padre norteamericano y madre nuyorican, María se crió en Queens. Sin embargo, la música, la comida y las costumbres puertorriqueñas siempre fueron una referencia en su vida. Con esa información llegó a Puerto Rico por primera vez a los 32 años, luego de haber estudiado herbología por más de dos décadas. Desde entonces, se ha dedicado a documentar y promover los secretos de la tradición botánica puertorriqueña. Es autora de varios libros sobre el tema y dedica sus días a ofrecer talleres para promover el conocimiento a las nuevas generaciones.
¿Cómo te adentraste en el mundo de la medicina popular puertorriqueña?
En los campos del País, desde Las Marías hasta Loíza, la tradición sobrevivía. Probé tisanas de jagua, de tuna, de prenetaria. Guarapillos de recao aliviaron mis dolores de menstruación. Tesitos de hojas del naranjo me relajaban mente y cuerpo al final de la jornada. Jarabes de sábila con especias dulces y ron aliviaron males digestivos y pectorales. Vi hermosas vegas y laderas sembradas orgánicamente por abuelos agricultores. Saboreé viandas, frutas y café recién cosechados. Aprendí a hacer champolas con guanábana, horchatas con ajonjolí y aceites botánicos con romero y malagueta. Probé "jobo coladas" y recibí sahumerios con resinas de tabonuco y almácigo. Fue una experiencia de inmersión total. Y fue maravillosa.
A la vez, entendí que había llegado justo a tiempo. Los mismos abuelos que sabían tanto habían recibido el mensaje de que su tradición ya no tenía vigencia. La medicina casera sólo se asociaba a la pobreza, a la ignorancia y al atraso. Muchos de sus hijos y nietos sentían que los conocimientos empíricos de sus viejos eran supersticiones. Mucha gente se burlaba de la tradición.
Como yo llegué de una sociedad que ya planteaba conceptos como la sustentabilidad y la salud holística, vi claramente el valor de lo que se iba perdiendo.
Aquí conocí una tradición de medicina botánica basada en el conocimiento ecológico y en la interdependencia del pueblo y sus plantas. Una tradición holística que reconoce y atiende la realidad espiritual y emocional de las personas. Una tradición que promueve la comunicación entre las generaciones y fortalece los lazos entre los miembros de las comunidades. Una tradición que encierra conocimientos de valor incalculable adquiridos mediante pruebas empíricas durante miles de años en las Antillas, en África, en Europa. Una tradición que apodera a todos los que participan de ella. Una tradición que sobrevivió tantas generaciones porque funcionaba siempre. Era el "plan" original de salud de nuestros pueblos.
¿Por qué decidiste quedarte?
Me enamoré de los abuelos, de su tradición de medicina botánica y espiritual. El pueblo me había tratado con mucha apertura, respeto y cariño. Eso me conmovió bastante. También sentí mucha paz aquí. Y las plantas me llamaron. La tierra me llamó. No sé explicarlo. Fue un llamado profundo. Sentí que una vida en Puerto Rico me ofrecería un lugar para trabajar desde mis raíces.
¿Cómo defines tu trabajo y su propósito?
Mi trabajo principal es el de acercar al pueblo a su tierra y a sus plantas como los abuelos lo hicieron conmigo. Simplemente, devuelvo el favor a sus hijos y nietos. También, facilito respuestas a par de preguntas: ¿Cómo podemos trabajar con las plantas de acá para evitar enfermarnos y vivir en salud? ¿Cuáles son las plantas silvestres que nos sirven como superalimentos y hasta como suplementos de nuestra dieta mayormente importada? ¿Cómo sanar el espíritu desde esta tierra, sin tener que viajar o gastar mucho dinero? Estudio y escribo, pero también ofrezco talleres prácticos. Analizamos las características de la tradición puertorriqueña de salud preventiva y curativa. Conocemos las plantas. Las cultivamos. Rescatamos los remedios. Preparamos guarapillos y cataplasmas, aceites botánicos y pomadas, tinturas, tisanas, condimentos medicinales y jarabes. Los probamos. Cocinamos variedad de plantas alimenticias silvestres. Nos enamoramos de sus sabores complejos. Compartimos experiencias de sanación. Cantamos.
¿Quiénes participan de tus talleres? ¿Qué buscan?
Según mis observaciones y las evaluaciones que recibo, acuden tres grupos de gente maravillosa. Diría que la tercera parte de mis alumnos son universitarios y profesionales jóvenes que buscan redondear su educación formal y encontrar maneras de vivir más a tono con sus ideales, con sus valores. Son ambientalistas. Han desarrollado una conciencia social. Entienden que todos estamos conectados y que lo que hacemos al planeta nos lo hacemos a nosotros mismos. Saben que la verdadera medicina no causa daños ecológicos. Sospechan que la sanación no puede depender de importaciones de productos hechos en laboratorios. Quieren conocer mejor a su país y a sus vecinos botánicos. Quieren conocer mejor para poder amar y servir más profundamente a su país. También participan muchos profesionales de la salud: médicos, masajistas, maestros de yoga, enfermeras. Estas personas buscan conocer y promover medios de prevención. Quieren profundizar su conexión con nuestra tradición botánica para poder ampliar su oferta dentro del campo de la sanación. Quieren saber más y procuran mejorar su propia salud para cuidar mejor a sus familiares y pacientes. Muchos de mis alumnos son personas que se sienten arraigadas a esta tradición por vivencias personales y recuerdos familiares y comunitarios. Sus parientes y vecinos santiguaban; conocían las plantas. Estas personas desean reactivar valores, conocimientos, prácticas que eran una vez una parte muy hermosa de sus vidas. Quieren conocer y valorar desde una perspectiva moderna la tradición que aprendieron a ignorar y olvidar. Quieren sentirse parte de ella una vez más. Quieren activarse como servidores dentro del contexto familiar y comunitario.
¿Eres de las que hablas con las plantas?
Creo que todas las culturas indígenas practican intercambios entre las personas y otros seres vivos, las fuerzas naturales. El capitalismo nos inculca que nuestro planeta, nuestro suelo, nuestros minerales, nuestras aguas, nuestras plantas son todos recursos inertes para ser saqueados según nuestra conveniencia. Pero desde el corazón humano, todos sabemos que eso no es así. Somos parte de una red compleja y muy viva, y no somos el centro de la red. Así que es muy sabio y hermoso reconocer el valor de estos seres vivos mediante intercambios.
Me fascina comunicarme con las plantas mediante ofrendas. Me gusta ofrendarles algo antes de cosecharlas. La ofrenda puede ser un poco de tabaco, maíz, una canción, unas palabras de respeto, hasta unos pensamientos de humildad que nos mantienen en una relación saludable con la creación. Al tratar las plantas con respeto y ternura, despertamos el amor en nosotros mismos. Y es muy favorable que comencemos el proceso de hacer remedios sanadores desde una vibración amorosa.
Hay otras maneras de hablar con las plantas. A nivel chamánico podemos llegar a conversar con ellas, a hacer amistad con ellas. Muchos chamanes cuentan que la amistad que llevan con las plantas es el "ingrediente secreto" de sus medicinas. Nosotros vivimos en otro mundo.
El mundo de la prisa. Ese modo de vivir y la medicina preventiva y natural, ¿son incompatibles?
Muchacha, la medicina natural es totalmente necesaria. Es lo que nos salvará. El mundo de las plantas, nuestro contacto con ellas, nuestro contacto amoroso con la tierra, son el antídoto a toda esa prisa que nos causa tanto estrés y, a la larga, tanta enfermedad.
¿Cómo pueden ayudar las plantas a prevenir y tratar enfermedades?f
Una rama de la medicina preventiva más importante es la que han practicado las mamás y las abuelas de todos los tiempos en todas las culturas. ¡La medicina culinaria! Me fascina el consejo de Hipócrates: "Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento". Hipócrates se considera el padre de la medicina moderna, pero nos hemos alejado bastante de su sabiduría.
A mi manera de ver, nuestros alimentos más importantes deben ser los que crecen silvestres a nuestro alrededor. Y esa es una buena razón para dejar de usar tanto herbicida. Todos debemos de cuidar una pieza de verdolaga, margarita silvestre, blero, ortiga. Estos son algunos de nuestros superalimentos que nos suplen los minerales, vitaminas y otros micronutrientes que no están presentes en nuestra dieta.
¿La verdolaga es comida? ¡Eso definitivamente no lo sabía!
Nuestra verdolaga silvestre (Portulaca oleracea) contiene más ácidos grasos omega-3 que ninguna otra planta estudiada. (Omega-3 es protección: protege el corazón, controla el colesterol, ejerce un efecto antidepresivo y anticáncer). La verdolaga también nos ayuda a eliminar toxinas, suavemente. Tonifica los intestinos y alcaliniza la sangre. Protege y apoya el hígado. Es un superalimento rico en magnesio, fósforo, hierro y las vitaminas C, A y E. Y es uno de los vegetales más sabrosos que se pueden comer. Sólo hay que lavarla, picarla, hervirla con agua y sal marina por no más de tres minutos (así conservamos su textura) y servirla con aceite de oliva extra virgen. ¡Una delicia!
Mencionaste otras plantas que no conozco. ¿Qué es el blero?
El blero o bledo (Amaranthus spp.) es otra planta que crece silvestre a lo largo y a lo ancho del archipiélago. Se conoce también como la espinaca criolla y es una fuente excelente de provitamina A, calcio, potasio, clorofila y hierro. De hecho, se toma el zumo de esta planta para curar la anemia. Para consumir sus hojas, sólo hay que hervirlas en agua con sal marina por unos siete minutos. Se les echa un poco de aceite de oliva o se integran en sopas y guisos. Sus semillas contienen una gama bien amplia de aminoácidos y son especialmente ricas en lisina, que combate el herpes zóster, la causa de la culebrilla. Las semillas de una planta del mismo género eran el grano principal de los aztecas hasta que Hernán Cortés prohibió su cultivo.
También están nuestros condimentos verdes: el orégano chiquito (Lippia micromera), el orégano brujo (Coleus amboinicus), el recao (Eryngium foetidum), el cilantrillo (Coriandrum sativum), el jengibre (Zingiber oficinale), la mejorana (Origanum marjorana) y el romero (Rosmarinus officinalis), por ejemplo. No sólo nos ayudan a digerir la comida, sino que también contienen compuestos antivirales, antimicrobianos, antiinflamatorios y mucho más. Para aprovechar al máximo su valor medicinal, no se dejan hervir (así se perderían sus aceites esenciales). Se echan a los alimentos durante los últimos momentos de estar sobre la candela. También se pueden tomar como tés en infusiones como medicina preventiva y curativa. Cada uno de los condimentos verdes tiene otras propiedades terapéuticas muy importantes. Por ejemplo, el cilantrillo ayuda a remover el mercurio del cuerpo y el recao ayuda a bajar la presión sanguínea y demuestra marcada actividad antimalarial.
En Puerto Rico se importa cerca del 80% de lo que consumimos. ¿Crees que es posible cambiar esa realidad? ¿Cómo?
La semana pasada, la Cooperativa Orgánica Madre Tierra presentó la película "The Garden" en su tienda Gaia en la Placita Roosevelt. Se trata de una comunidad mexicana en California que crea un gran huerto urbano de varias cuerdas y cómo lucha por salvarlo. Es un gran ejemplo de lo que se puede lograr cuando las generaciones se unen para producir alimento, para mejorar la salud y la economía del pueblo. También tenemos el ejemplo de Cuba, documentado en la película "The Power of Community". Es necesario producir alimentos a nivel local y a nivel pequeño. Urge que todos los niños sepan sembrar, mantener y cosechar alimentos. No podemos dejar esto en manos de las grandes corporaciones. Mientras tanto, debemos patrocinar a los agricultores pequeños, nuestros agricultores ecológicos.
Algunas plantas
YERBA BRUJA (Kalanchoe pinnatum): Los puertorriqueños aprecian esta planta silvestre como nuestro primer remedio contra infecciones del oído. (Se calienta la hoja y se introduce su zumo en el canal auditivo). Alrededor del mundo tropical, esta planta nativa de Madagascar se toma en guarapillos hervidos como diurético y para contrarrestar la presión alta . El zumo de las hojas se aplica a hongos, llagas, cortes e inflamaciones de la piel.
ALBAHACA GENOVESA (Ocimum basilicum): Tiene mucha fama como yerba culinaria, pues es la base de la salsa verde conocida como el pesto (con aceite de oliva, ajo, sal marina y pocas nueces o queso). Como tantos condimentos verdes, promueve la buena digestión, evitando los gases. También tiene propiedades antivirales y antidepresivas. Es refrescante en infusiones frías (té ¡sin hervir!) y su gran contenido de micronutrientes promueve la producción de leche materna.
TABACO (Nicotiana tabacum): Nativo de las Américas, el tabaco se considera una planta de gran valor medicinal a niveles físicos y espirituales. Insecticida en los nidos de aves, también trata pulgas, niguas, piojos y plagas agrícolas. Penetrante y analgésico, se ha utilizado en cataplasmas para tratar migrañas y en alcoholados para achaques de atletas y obreros. En su librito "El buen tabaco", M. Benedetti recoge docenas de usos medicinales e industriales.
YERBA DULCE (Lippia dulcis): ¡La stevia antillana! Las hojas dulcísimas de esta yerba rastrera han servido por generaciones para endulzar, sin subir el azúcar en la sangre. También es demulcente (suaviza y protege los tejidos irritados) y ejerce acción antiinflamatoria. Nuestra yerba dulce es tradicional en guarapillos hervidos para tratar asma, tos, bronquitis y otras condiciones pectorales. ¡Intégrala a sus remedios navideños!
PAZOTE (Chenopodium ambrosioides): Conocido alrededor de América tropical (y por varias generaciones de boricuas) como antídoto de parásitos intestinales. También se puede utilizar como laxante. Los vecinos mexicanos lo utilizan como condimento verde en guisos de habichuelas para evitar los gases. El jugo se aplica a las hemorroides y, en Haití, el jugo se usa en infusiones para bañar los ojos en casos de conjuntivitis.
MORIVIVÍ (Mimosa pudica): Esta planta pantropical silvestre (inmortalizada por Juan Antonio Corretjer y Haciendo Punto en Otro Son) protege nuestros suelos de la erosión. Nuestros abuelos machacaban la raíz y colocaban esos macitos dentro de muelas picadas para evitar el dolor. También tomaban buches cargados de esas mismas raíces para soltar las muelas enfermas. En América Central se utiliza como relajante muscular y para tratar el insomnio, pero siempre con cautela por sus compuestos venenosos.
Fuente: María Benedetti
Hija de padre norteamericano y madre nuyorican, María se crió en Queens. Sin embargo, la música, la comida y las costumbres puertorriqueñas siempre fueron una referencia en su vida. Con esa información llegó a Puerto Rico por primera vez a los 32 años, luego de haber estudiado herbología por más de dos décadas. Desde entonces, se ha dedicado a documentar y promover los secretos de la tradición botánica puertorriqueña. Es autora de varios libros sobre el tema y dedica sus días a ofrecer talleres para promover el conocimiento a las nuevas generaciones.
¿Cómo te adentraste en el mundo de la medicina popular puertorriqueña?
En los campos del País, desde Las Marías hasta Loíza, la tradición sobrevivía. Probé tisanas de jagua, de tuna, de prenetaria. Guarapillos de recao aliviaron mis dolores de menstruación. Tesitos de hojas del naranjo me relajaban mente y cuerpo al final de la jornada. Jarabes de sábila con especias dulces y ron aliviaron males digestivos y pectorales. Vi hermosas vegas y laderas sembradas orgánicamente por abuelos agricultores. Saboreé viandas, frutas y café recién cosechados. Aprendí a hacer champolas con guanábana, horchatas con ajonjolí y aceites botánicos con romero y malagueta. Probé "jobo coladas" y recibí sahumerios con resinas de tabonuco y almácigo. Fue una experiencia de inmersión total. Y fue maravillosa.
A la vez, entendí que había llegado justo a tiempo. Los mismos abuelos que sabían tanto habían recibido el mensaje de que su tradición ya no tenía vigencia. La medicina casera sólo se asociaba a la pobreza, a la ignorancia y al atraso. Muchos de sus hijos y nietos sentían que los conocimientos empíricos de sus viejos eran supersticiones. Mucha gente se burlaba de la tradición.
Como yo llegué de una sociedad que ya planteaba conceptos como la sustentabilidad y la salud holística, vi claramente el valor de lo que se iba perdiendo.
Aquí conocí una tradición de medicina botánica basada en el conocimiento ecológico y en la interdependencia del pueblo y sus plantas. Una tradición holística que reconoce y atiende la realidad espiritual y emocional de las personas. Una tradición que promueve la comunicación entre las generaciones y fortalece los lazos entre los miembros de las comunidades. Una tradición que encierra conocimientos de valor incalculable adquiridos mediante pruebas empíricas durante miles de años en las Antillas, en África, en Europa. Una tradición que apodera a todos los que participan de ella. Una tradición que sobrevivió tantas generaciones porque funcionaba siempre. Era el "plan" original de salud de nuestros pueblos.
¿Por qué decidiste quedarte?
Me enamoré de los abuelos, de su tradición de medicina botánica y espiritual. El pueblo me había tratado con mucha apertura, respeto y cariño. Eso me conmovió bastante. También sentí mucha paz aquí. Y las plantas me llamaron. La tierra me llamó. No sé explicarlo. Fue un llamado profundo. Sentí que una vida en Puerto Rico me ofrecería un lugar para trabajar desde mis raíces.
¿Cómo defines tu trabajo y su propósito?
Mi trabajo principal es el de acercar al pueblo a su tierra y a sus plantas como los abuelos lo hicieron conmigo. Simplemente, devuelvo el favor a sus hijos y nietos. También, facilito respuestas a par de preguntas: ¿Cómo podemos trabajar con las plantas de acá para evitar enfermarnos y vivir en salud? ¿Cuáles son las plantas silvestres que nos sirven como superalimentos y hasta como suplementos de nuestra dieta mayormente importada? ¿Cómo sanar el espíritu desde esta tierra, sin tener que viajar o gastar mucho dinero? Estudio y escribo, pero también ofrezco talleres prácticos. Analizamos las características de la tradición puertorriqueña de salud preventiva y curativa. Conocemos las plantas. Las cultivamos. Rescatamos los remedios. Preparamos guarapillos y cataplasmas, aceites botánicos y pomadas, tinturas, tisanas, condimentos medicinales y jarabes. Los probamos. Cocinamos variedad de plantas alimenticias silvestres. Nos enamoramos de sus sabores complejos. Compartimos experiencias de sanación. Cantamos.
¿Quiénes participan de tus talleres? ¿Qué buscan?
Según mis observaciones y las evaluaciones que recibo, acuden tres grupos de gente maravillosa. Diría que la tercera parte de mis alumnos son universitarios y profesionales jóvenes que buscan redondear su educación formal y encontrar maneras de vivir más a tono con sus ideales, con sus valores. Son ambientalistas. Han desarrollado una conciencia social. Entienden que todos estamos conectados y que lo que hacemos al planeta nos lo hacemos a nosotros mismos. Saben que la verdadera medicina no causa daños ecológicos. Sospechan que la sanación no puede depender de importaciones de productos hechos en laboratorios. Quieren conocer mejor a su país y a sus vecinos botánicos. Quieren conocer mejor para poder amar y servir más profundamente a su país. También participan muchos profesionales de la salud: médicos, masajistas, maestros de yoga, enfermeras. Estas personas buscan conocer y promover medios de prevención. Quieren profundizar su conexión con nuestra tradición botánica para poder ampliar su oferta dentro del campo de la sanación. Quieren saber más y procuran mejorar su propia salud para cuidar mejor a sus familiares y pacientes. Muchos de mis alumnos son personas que se sienten arraigadas a esta tradición por vivencias personales y recuerdos familiares y comunitarios. Sus parientes y vecinos santiguaban; conocían las plantas. Estas personas desean reactivar valores, conocimientos, prácticas que eran una vez una parte muy hermosa de sus vidas. Quieren conocer y valorar desde una perspectiva moderna la tradición que aprendieron a ignorar y olvidar. Quieren sentirse parte de ella una vez más. Quieren activarse como servidores dentro del contexto familiar y comunitario.
¿Eres de las que hablas con las plantas?
Creo que todas las culturas indígenas practican intercambios entre las personas y otros seres vivos, las fuerzas naturales. El capitalismo nos inculca que nuestro planeta, nuestro suelo, nuestros minerales, nuestras aguas, nuestras plantas son todos recursos inertes para ser saqueados según nuestra conveniencia. Pero desde el corazón humano, todos sabemos que eso no es así. Somos parte de una red compleja y muy viva, y no somos el centro de la red. Así que es muy sabio y hermoso reconocer el valor de estos seres vivos mediante intercambios.
Me fascina comunicarme con las plantas mediante ofrendas. Me gusta ofrendarles algo antes de cosecharlas. La ofrenda puede ser un poco de tabaco, maíz, una canción, unas palabras de respeto, hasta unos pensamientos de humildad que nos mantienen en una relación saludable con la creación. Al tratar las plantas con respeto y ternura, despertamos el amor en nosotros mismos. Y es muy favorable que comencemos el proceso de hacer remedios sanadores desde una vibración amorosa.
Hay otras maneras de hablar con las plantas. A nivel chamánico podemos llegar a conversar con ellas, a hacer amistad con ellas. Muchos chamanes cuentan que la amistad que llevan con las plantas es el "ingrediente secreto" de sus medicinas. Nosotros vivimos en otro mundo.
El mundo de la prisa. Ese modo de vivir y la medicina preventiva y natural, ¿son incompatibles?
Muchacha, la medicina natural es totalmente necesaria. Es lo que nos salvará. El mundo de las plantas, nuestro contacto con ellas, nuestro contacto amoroso con la tierra, son el antídoto a toda esa prisa que nos causa tanto estrés y, a la larga, tanta enfermedad.
¿Cómo pueden ayudar las plantas a prevenir y tratar enfermedades?f
Una rama de la medicina preventiva más importante es la que han practicado las mamás y las abuelas de todos los tiempos en todas las culturas. ¡La medicina culinaria! Me fascina el consejo de Hipócrates: "Que tu alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento". Hipócrates se considera el padre de la medicina moderna, pero nos hemos alejado bastante de su sabiduría.
A mi manera de ver, nuestros alimentos más importantes deben ser los que crecen silvestres a nuestro alrededor. Y esa es una buena razón para dejar de usar tanto herbicida. Todos debemos de cuidar una pieza de verdolaga, margarita silvestre, blero, ortiga. Estos son algunos de nuestros superalimentos que nos suplen los minerales, vitaminas y otros micronutrientes que no están presentes en nuestra dieta.
¿La verdolaga es comida? ¡Eso definitivamente no lo sabía!
Nuestra verdolaga silvestre (Portulaca oleracea) contiene más ácidos grasos omega-3 que ninguna otra planta estudiada. (Omega-3 es protección: protege el corazón, controla el colesterol, ejerce un efecto antidepresivo y anticáncer). La verdolaga también nos ayuda a eliminar toxinas, suavemente. Tonifica los intestinos y alcaliniza la sangre. Protege y apoya el hígado. Es un superalimento rico en magnesio, fósforo, hierro y las vitaminas C, A y E. Y es uno de los vegetales más sabrosos que se pueden comer. Sólo hay que lavarla, picarla, hervirla con agua y sal marina por no más de tres minutos (así conservamos su textura) y servirla con aceite de oliva extra virgen. ¡Una delicia!
Mencionaste otras plantas que no conozco. ¿Qué es el blero?
El blero o bledo (Amaranthus spp.) es otra planta que crece silvestre a lo largo y a lo ancho del archipiélago. Se conoce también como la espinaca criolla y es una fuente excelente de provitamina A, calcio, potasio, clorofila y hierro. De hecho, se toma el zumo de esta planta para curar la anemia. Para consumir sus hojas, sólo hay que hervirlas en agua con sal marina por unos siete minutos. Se les echa un poco de aceite de oliva o se integran en sopas y guisos. Sus semillas contienen una gama bien amplia de aminoácidos y son especialmente ricas en lisina, que combate el herpes zóster, la causa de la culebrilla. Las semillas de una planta del mismo género eran el grano principal de los aztecas hasta que Hernán Cortés prohibió su cultivo.
También están nuestros condimentos verdes: el orégano chiquito (Lippia micromera), el orégano brujo (Coleus amboinicus), el recao (Eryngium foetidum), el cilantrillo (Coriandrum sativum), el jengibre (Zingiber oficinale), la mejorana (Origanum marjorana) y el romero (Rosmarinus officinalis), por ejemplo. No sólo nos ayudan a digerir la comida, sino que también contienen compuestos antivirales, antimicrobianos, antiinflamatorios y mucho más. Para aprovechar al máximo su valor medicinal, no se dejan hervir (así se perderían sus aceites esenciales). Se echan a los alimentos durante los últimos momentos de estar sobre la candela. También se pueden tomar como tés en infusiones como medicina preventiva y curativa. Cada uno de los condimentos verdes tiene otras propiedades terapéuticas muy importantes. Por ejemplo, el cilantrillo ayuda a remover el mercurio del cuerpo y el recao ayuda a bajar la presión sanguínea y demuestra marcada actividad antimalarial.
En Puerto Rico se importa cerca del 80% de lo que consumimos. ¿Crees que es posible cambiar esa realidad? ¿Cómo?
La semana pasada, la Cooperativa Orgánica Madre Tierra presentó la película "The Garden" en su tienda Gaia en la Placita Roosevelt. Se trata de una comunidad mexicana en California que crea un gran huerto urbano de varias cuerdas y cómo lucha por salvarlo. Es un gran ejemplo de lo que se puede lograr cuando las generaciones se unen para producir alimento, para mejorar la salud y la economía del pueblo. También tenemos el ejemplo de Cuba, documentado en la película "The Power of Community". Es necesario producir alimentos a nivel local y a nivel pequeño. Urge que todos los niños sepan sembrar, mantener y cosechar alimentos. No podemos dejar esto en manos de las grandes corporaciones. Mientras tanto, debemos patrocinar a los agricultores pequeños, nuestros agricultores ecológicos.
Algunas plantas
YERBA BRUJA (Kalanchoe pinnatum): Los puertorriqueños aprecian esta planta silvestre como nuestro primer remedio contra infecciones del oído. (Se calienta la hoja y se introduce su zumo en el canal auditivo). Alrededor del mundo tropical, esta planta nativa de Madagascar se toma en guarapillos hervidos como diurético y para contrarrestar la presión alta . El zumo de las hojas se aplica a hongos, llagas, cortes e inflamaciones de la piel.
ALBAHACA GENOVESA (Ocimum basilicum): Tiene mucha fama como yerba culinaria, pues es la base de la salsa verde conocida como el pesto (con aceite de oliva, ajo, sal marina y pocas nueces o queso). Como tantos condimentos verdes, promueve la buena digestión, evitando los gases. También tiene propiedades antivirales y antidepresivas. Es refrescante en infusiones frías (té ¡sin hervir!) y su gran contenido de micronutrientes promueve la producción de leche materna.
TABACO (Nicotiana tabacum): Nativo de las Américas, el tabaco se considera una planta de gran valor medicinal a niveles físicos y espirituales. Insecticida en los nidos de aves, también trata pulgas, niguas, piojos y plagas agrícolas. Penetrante y analgésico, se ha utilizado en cataplasmas para tratar migrañas y en alcoholados para achaques de atletas y obreros. En su librito "El buen tabaco", M. Benedetti recoge docenas de usos medicinales e industriales.
YERBA DULCE (Lippia dulcis): ¡La stevia antillana! Las hojas dulcísimas de esta yerba rastrera han servido por generaciones para endulzar, sin subir el azúcar en la sangre. También es demulcente (suaviza y protege los tejidos irritados) y ejerce acción antiinflamatoria. Nuestra yerba dulce es tradicional en guarapillos hervidos para tratar asma, tos, bronquitis y otras condiciones pectorales. ¡Intégrala a sus remedios navideños!
PAZOTE (Chenopodium ambrosioides): Conocido alrededor de América tropical (y por varias generaciones de boricuas) como antídoto de parásitos intestinales. También se puede utilizar como laxante. Los vecinos mexicanos lo utilizan como condimento verde en guisos de habichuelas para evitar los gases. El jugo se aplica a las hemorroides y, en Haití, el jugo se usa en infusiones para bañar los ojos en casos de conjuntivitis.
MORIVIVÍ (Mimosa pudica): Esta planta pantropical silvestre (inmortalizada por Juan Antonio Corretjer y Haciendo Punto en Otro Son) protege nuestros suelos de la erosión. Nuestros abuelos machacaban la raíz y colocaban esos macitos dentro de muelas picadas para evitar el dolor. También tomaban buches cargados de esas mismas raíces para soltar las muelas enfermas. En América Central se utiliza como relajante muscular y para tratar el insomnio, pero siempre con cautela por sus compuestos venenosos.
Fuente: María Benedetti
Por Camile Roldán Soto / endi.com
via http://setentayochopueblos.blogspot.com/2010/12/medicina-popular-puertorriquena.html
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