lunes, 14 de febrero de 2011

Chávez: Por los caminos de Mubarak

Opinión
Manuel Malaver
La Razón / ND


Gobernar por el tiempo que se quiera por mandato “constitucional” de su real e incontrolable gana, o si no (para simular) postularse para la presidencia de la República no por uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco períodos presidenciales, sino para cuantos tenga la biología y la voluntad de Dios el bien de concederle y terminar como un esperpento, viejo y esquelético, hierático y tartamudo, deshuesado y desmembrado, apenas presentable por la magia de las cirugías y las plásticas y decidido a traspasarle el poder al familiar más cercano que puede un hijo, un hermano, o un nieto.

Garantizarle la sucesión al heredero por el “carisma” que tuvo a bien trasmutarle, o por continuas elecciones presidenciales donde los votantes sean también los herederos de los que se la garantizaron a El, el Fundador: millones de pobres que “por disfrutar” de una dependencia absoluta del Estado, aprenden después de decenios que si no votan por el candidato oficial, por el que representa al gobierno, se les acaba la poca comida, el maltrecho techo y la peligrosa seguridad.

No tolerar otra oposición que no sea la de los grupos que se descarrían del partido oficial, y son candidatos a regresar como “hijos pródigos”, o por aquello de “que la cabra tira p,al monte”, porque en cuanto a la otra, la otra, a esa hay que negarle el agua y la sal, hostigarla, obstinarla, mantenerla al borde del abismo, amenazarla, acusarla de cuantos males han existido, existen o van a existir, enloquecerla, y, en cuanto lo permitan las circunstancias, desaparecerla, bien llevándola a las cárceles u obligándola a irse al exilio.

(Ojo: no es que no se permitan oposición, u oposiciones, que pueden ser muy necesarias para el tinglado de las simulaciones en que son duchas las neodictaduras, pero eso sí, manteniéndolas a raya, y en el entendido de que, en cuanto no sirvan para la permanencia o vigencia del establecimiento de facto, pues a salir de ellas, a sacudírselas, como tratan de sacudirse a parlamentarios electos, que gozan de inmunidad parlamentaria, como Biagio Pilieri, José Sánchez “Mazuco” y Hernán Alemán, pero que “no gozan” de la confianza del Mandamás).

Vivir rodeado de adulantes, focas, perros falderos, o jalabolas (como se les dice por aquí), de esos que no tienen empacho en declarar que seguirán al “Comandante en Jefe” hasta la muerte, que el Caudillo puede cambiar de opinión cuantas veces le venga en gana porque ellos siempre dirán y harán lo que El quiera, pues hace tiempo decidieron no ser ellos y amanecer un día convertidos en piedra, vegetal o animal no racional si se los exige el Único, el Solo, la Causa.

Autodeclararse Papa, Cardenal, Profeta o Babalao de un culto, una ideología o una religión, ya se trate de Ramsés II o de Simón Bolívar, de la hermandad musulmana o del Cristo histórico, de la Santería o de María Lyonza, del nacionalismo o el marxismo, del socialismo o la revolución, y no permitir que sus nombres sean invocados sino después que el Sumo Sacerdote lo oficie.

Buscarse un enemigo poderoso, pero que por circunstancias políticas, o de otro orden, no pueda hacer nada, e insultarlo día y noche, desafiarlo en el terreno y la ocasión que se le ocurra, echarle la culpa de todos los males, proclamar que su destrucción está cerca y los que no contribuyen a ella se pierden el festín, promover, organizar y financiar, no solo batallas, o guerras donde se pulverizará al Gran Satán, sino cruzadas, por si se pone duro y su desaparición tarda más tiempo del programado.

En la vía contraria, cultivar la amistad de los peligrosos, de los fuera de ley, de los que acumulan armas no para amenazar países o gobiernos sino al mundo, de los que proclaman una y otra vez que el orden o el establecimiento jurídico internacional no está por encima de su país, que es Su Ley, y que llegado el momento, si los molestan mucho y no se adaptan a sus cóleras y malquerencias, pueden hacer realidad el horror de los Holocaustos y los Armagedones.

Cambiar apoyos por ventajas, llámense petróleo barato o regalado, dinero líquido, compra de bonos basura o de equipos bélicos (que es la misma cosa), comida de mala calidad y maquinaria chatarra pero pagadas con dinero de excelente ley, y en general, ofrecerse como un factor que disuade y garantiza la paz en una frontera, o región, para que se le respete o se le tema si no quieren que estalle en pedazos.

Hacerse un mundo propio para El y los suyos, donde verdad y mentira sean intercambiables, y varíen de uso según la razón del Jefe, así como los valores, los números, las estadísticas, las ideas, y dependan de las intenciones y propósitos con que se manejan, y por más adversas que resulten, puedan contribuir maravillosamente a la causa.

Creerse el sábelotodo, el mándalo todo, el decídelo todo, y no aceptar que ni en público ni en privado los ínfimos vasallos, los pequeñísimos súbditos, se atrevan a dudar, cuestionar, o rectificar las palabras que ya se pronunciaron y se hicieron carne con la realidad.

Por tanto, no admitir, o calarse, bajo ningún pretexto, ley o presión, eso que los demócratas liberales, o burgueses, llaman la independencia de los poderes, como si el poder no fuera Único, de El, indivisible e incompartible y demostrar que, si en el país del Mubarak de turno, existe eso que llaman Congreso, Poder Judicial, Electoral, Contraloría o Fiscalía General de la República, es para cumplir las órdenes que emanan de su real, absoluta y marxista majestad.

En otras palabras: que el aislamiento total del país, del pueblo, de la sociedad y del mundo que, independientemente de las fantasías con que se nutre la voluntad del caudillo, dictador o tirano van por otro curso, por otros cielos, por otras tierras, conectándose a las tendencias que ya no se reducen a los límites de los estados nacionales, ni necesitan de las autorizaciones del Jefe para que la libertad de expresión llegue a los hogares, a las calles, al trabajo, a las universidades, a las iglesias, a los campos, y alimente el combustible que va a prender, que va a explotar, a estallar para decirle al emperador que todos sus esfuerzos fueron inútiles y tiene que irse, que marcharse, que fugarse, porque otra realidad nació ante sus ojos y sin que se diera cuenta.

La están viviendo en la Cuba de los hermanos Castro, en los países con gobiernos dictatoriales en el Norte de África, y el Medio Oriente, y entre los que inventaron en América latina la neodictadura que a través de imposturas, y del uso de las instituciones democráticas para destruir la democracia, pretenden resucitar el totalitarismo de Stalín, Mao y Fidel.

Es la experiencia que vivió durante los últimos 18 días el expresidente de Egipto, Hosni Mubarak, después de 30 años en el poder, de envejecer y arrugarse como una momia, de remodelarse el rostro y retocar su sonrisa, de teñirse el pelo, de nombrar a su hijo, Gamal como sucesor, y de esperar que los poderes interiores y exteriores que alguna vez lo apoyaron hicieran algo para evitarle vivir sus últimos días sometido al escarnio de recordarle que alguna vez soñó que era un faraón.

Escarnio que ya vivieron Milosevic. Fujimori, Charles Taylor, Ben Alí. Pinochet, para no hablar sino de los más recientes, y esperan a los Gadaffi, Bouteflica, Hassan IV, Lukashenko, Ahmadinejad, Bashir, Al Asad, Mugabe. Kim Jong Il, Chávez, Morales y a todos aquellos que, buscándole vericuetos al signo de los tiempos, no quieren gobernar como seres humanos, sino como semidioses facultados por los cielos, o por la historia, para colocarse al margen de la ley y mandar como les indica su real gana.

En el lado opuesto, presidentes como Nelson Mandela, que luego de luchar durante 27 años por la independencia de Sudáfrica y contra el apartheid, gobernó un solo período presidencial y traspasó el poder al pueblo sudafricano que ha elegido 2 presidentes después del primer y único período de su auténtico Libertador y Fundador,

Una lección viviente para quienes en la tradición de Mubarak no buscan otro camino que ser desalojados del poder de mala manera, como bestias rabiosas y a la espera de que tribunales nacionales e internacionales se apersonen de sus casos, los juzguen por violaciones de los derechos humanos, por sus fortunas mal habidas y haberse enloquecido para gobernar momificados y hasta más allá de sus días.

Pero también por haberse empeñado en que sus países perdieran un tiempo irremplazable para combatir la pobreza, reducir las desigualdades y las injusticias, ubicándolos en el mapa de las naciones que luchan porque el siglo XXI sea el escenario donde despeguen definitivamente hacia la democracia, la libertad, el estado de derecho y el bienestar.

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