«Hombres y mujeres trabajamos juntos en la revolución, pero nos manifestamos por separado por respeto y cultura»
Nueve de la noche. Nagwa termina su turno como voluntaria en la plaza frente a la Corte Suprema de Bengasi y recoge sus cosas para volver a casa. Forma parte del equipo de diez jóvenes que se encarga de la limpieza y orden de la zona de protesta reservada para mujeres. En un inglés perfecto, esta joven de 26 años explica que «hombres y mujeres trabajamos juntos en la revolución, codo con codo, pero a la hora de manifestarse es mejor hacerlo por separado para respetar nuestra cultura. Siempre que se junta gran cantidad de gente, como en bodas y celebraciones, también nos separamos». Desde el pasado 17 no ha vuelto a su oficina en una compañía petrolera del sur porque «lo primero es lo primero», y no se quita el peto de color amarillo que la identifica como parte de los rebeldes.
El equipo femenino lo dirige la doctora Feiruz Naas, profesora universitaria en Trípoli que espera «regresar el próximo viernes a la capital para la hora de la oración». Un sueño que guarda en su cabeza desde que fuera testigo en primera persona de la caída de Hosni Mubarak en Egipto, un sueño «al que sólo llegaremos con el trabajo del día a día». Por eso el próximo miércoles ha organizado una manifestación femenina que recorrerá las calles de Bengasi para preguntar a la comunidad internacional: «¿Petróleo o seres humanos?». «Queremos saber qué es realmente los que les interesa y la razón por la que no dan un paso al frente y ponen fin a esta masacre».
La doctora Feiruz sonríe y prefiere no hacer comentarios cuando se le menciona el cuerpo de doscientas «amazonas» que se encargan de la seguridad de Gadafi en sus viajes al extranjero. Popularmente conocidas como «las vírgenes suicidas de Libia» o las «Amazonas Suicidas», el cuerpo fue establecido en 1969. Gesto con el que Gadafi trató de demostrar al mundo que «en Libia las mujeres son más respetadas que en Occidente y en Estados Unidos». En las calles de Bengasi «no hacen falta amazonas porque todo está seguro desde que se fueron los matones de Gadafi», sentencia la doctora Feiruz.
Trabajo pendiente
Apartadas de la protesta en las últimas horas y metidas de lleno en reuniones, formularios y proyectos Hana Elgallal y Salwa Eldaghili comparten agenda de trabajo. Reunidas en el vestíbulo del hotel más importante de la ciudad dan forma al nuevo Comité para Asuntos de la Mujer, uno de los trece que forman el Consejo Nacional que trata de llenar el vacío originado por la caída del régimen en el oeste del país. «La política es ella, yo quiero dedicarme al mundo de las ONG. Tenemos tantas cosas por hacer... Hay que empezar de cero porque durante cuarenta años aquí no ha existido la sociedad civil», denuncia Hana, que, tras estudiar Derecho Internacional en Suiza y vivir en Europa durante ocho años, ha vuelto a su Bengasi natal para poner en práctica todos sus conocimientos.
El primer proyecto de Hana Elgallal es la puesta en marcha de Human Rights Solidarity, organización con la que antes operaba desde Ginebra, para ayudar sobre el terreno a las familias de las víctimas de la matanza de la prisión de Abu Slim, en Trípoli, donde más de mil prisioneros perdieron la vida en extrañas circunstancias en 1996.
Liberación
A su lado, la única mujer que forma parte del recién creado Consejo Nacional, Salwa el Daghili, pide «tiempo para poner en marcha una agenda de verdad». Cuando se le pregunta por las prioridades sonríe porque «no se trata solo de liberar a la mujer de nada porque lo que hay que liberar es a todo un país, hombres y mujeres. Gadafi no hacía distinción de sexos a la hora de la represión. No se puede hablar de derechos de las mujeres hasta ahora porque simplemente nadie tenía derechos». Con un doctorado en Derecho por la Universidad de la Sorbona, en París, como tarjeta de presentación, Salwa asume su nueva responsabilidad como «una obligación por mi país». El Consejo Nacional celebró el sábado su primera reunión. Los trece comités que lo forman trabajan contra el reloj y tratan de ganarse el apoyo de la comunidad internacional en su lucha contra el régimen de Trípoli. Es la cara de la revolución en los despachos de la que forman parte Salwa, Hana y otro gran número de mujeres muy bien formadas que han dejado sus trabajos para servir a la causa.
Cae la noche y apenas se ven mujeres en la calle, por la noche los hombres mantienen viva la protesta. «Me da pena no poder protestar junto a mi padre y hermanos», lamenta Laial, farmacéutica de 24 años que cada día acude a la Corte Suprema para ayudar en la preparación de pancartas. Hoy se ha dedicado a escribir eslóganes pidiendo el establecimiento de una zona de exclusión aérea en Libia para evitar los bombardeos. «Me siento como los corderos encerrados, no lo entiendo, al comienzo no era así», protesta también su madre al salir de la valla que separa a hombres y mujeres. Como muchas madres, mañana volverá a esta plaza cargada de bocadillos y bebidas para los cientos de voluntarios que trabajan día y noche.
7 de marzo de 2011
http://www.abc.es/20110307/internacional/abcp-mujeres-revolucion-20110307.html
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