Se ha recordado este mes en Venezuela el cuarenta aniversario del desembarco procedente de Cuba integrado por guerrilleros del MIR y de militares cubanos, más conocido como el “Desembarco de Machurucuto” que tuvo lugar en realidad en el Cocal de los Muertos, en mayo de 1967 y que en Cuba está relacionado con la muerte del capitán
de seguridad Antonio Briones Montoto, también muy popular en el medio artístico de La Habana, quien dirigió la operación de desembarco.
No obstante, no se recordó el año pasado el cuarenta aniversario del primer desembarco (24 de julio de 1966) de un grupo integrado únicamente por militares cubanos, (catorce oficiales miembros de las FAR), comandado por Luben Petkoff, el único venezolano del grupo. Entre los cubanos se encontraba el entonces comandante Arnaldo Ochoa que ya se perfilaba como el experto en el arte militar que llegó a ser, al extremo de ser considerado como un genio de la guerra por las academias militares norteamericanas, según el magazine Newsweek.
En ese aspecto la reputación de Luben Petkoff no se le quedaba atrás. Así lo comentaban con admiración los cubanos encargados del entrenamiento de los latinoamericanos, candidatos a guerrilleros, que por aquel entonces pululaban por los corredores del Hotel Habana Libre, sede y lugar de hospedaje de la conferencia Tricontinental, celebrada en enero 1966, que habían permanecido en La Habana para integrarse a los proyectos de lucha armada en los diferentes puntos del mundo, cuando, al término de la conferencia, funcionarios y burócratas, miembros de los partidos comunistas, abandonaban La Habana.
Por esa época, el PCV operaba el viraje que lo llevaría a renunciar a la lucha armada. Los irreductibles, como Luben Petkoff, decidieron proseguir la lucha. Su talante y su gusto por la guerra facilitó se estableciera una relación privilegiada y de identificación con los cubanos, para quienes sólo contaban los “fierros” y el apelativo de “teóricos” tenía una connotación despectiva. Eso explica el hecho de que Luben desembarcara en Venezuela al mando de una tropa integrada sólo por cubanos. Coincidía el desembarco cuando comenzaban los preparativos para la guerrilla del Che Guevara en Bolivia. La razón del envío de cubanos, independientemente de la confianza que Fidel Castro le profesaba a Luben, era la creencia de que los fracasos de todos los frentes guerrilleros hasta entonces organizados desde Cuba en América Latina, se debían a la falta de participación de personal militar cubano, pues Castro consideraba que sólo los cubanos sabían de guerra y de guerrillas. De hecho, una parte importante de la elite militar cubana, se encontraba operando entre Venezuela y Bolivia durante el los años 1966 y 1967. En el desembarco de Machurucuto, (mayo 1967), participaron los comandantes, Ulises Rosales del Toro, Raúl Menéndez Tomassevich, y los capitanes Silvio García Planas y Harley Borges, destinados a reforzar el frente guerrillero del MIR. Coincidía Machurucuto, con el comienzo de los enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército en Bolivia. Castro participó en el entrenamiento de los grupo, y haciendo gala de su puntilloso sentido del detalle, se ocupó de seleccionar el equipo y el armamento que iban a llevar.
Fidel Castro se embarco en santiago y acompañó el grupo comandado por Luben, hasta que la embarcación alcanzó aguas dominicanas y allí les dio la despedida.
Los veteranos cubanos tampoco tuvieron éxito en Venezuela, tampoco en Bolivia.
A su regreso a La Habana, los comentarios de los funcionarios del Departamento América, le achacaban el fracaso a la impericia y a la falta de voluntad de lucha de los venezolanos.
En realidad el grupo fue vencido por lo inhóspito de la naturaleza, los animales salvajes, las serpientes venenosas, y sobre todo, porque los campesinos venezolanos lo que querían era irse a Caracas. Es de imaginar la decepción de hombres oriundos de una isla en donde no existen animales salvajes, aún menos serpientes venenosas, y en donde la vegetación de sus montañas es lo más parecido a un jardín botánico. Sin contar que durante el período en que permanecieron en Venezuela, ocurrió la muerte de Che Guevara que signaba de hecho, la muerte del foco guerrillero rural.
También surgía el gobierno nacionalista de Velasco Alvarado en el Perú que gozó del apoyo inmediato de Cuba. Pero sobre todo en Venezuela accedía al poder el democratacristiano Rafael Caldera, quien inició la llamada política de “pacificación” y abrió la vía para la reincorporación a la vida democrática del PCV y del MIR, además, inauguró la era de distensión con los países comunistas, incluida Cuba. Ante ese cuadro, Fidel Castro dio la orden a sus muchachos de regresar a casa.
Arnaldo Ochoa no se enfermó ni fue víctima de una serpiente venenosa en Venezuela. Tuvo tiempo de hacerse célebre entre los estamentos militares por sus hazañas guerreras en Etiopia, Angola, y Nicaragua, lo que le valió el título de “Héroe de la República de Cuba”. Luego, alcanzó una celebridad mundial por el juicio que se le siguió en La Habana, la Causa n• 1, en julio de 1989, cuyo desenlace fue su fusilamiento, causando el mayor trauma jamás sufrido por el ejército cubano; episodio que debería hacer reflexionar a los oficiales venezolanos que todavía estén en servicio. Una de las características del castrismo, es que se puede estar en el pináculo de la gloria, y si se considera necesaria su desaparición, el montaje de un juicio, con el resultado preconcebido, es una rutina que se practica desde el año 1959.
El fracaso de las guerrillas no significó un fracaso para el régimen cubano, puesto que las guerrillas correspondían a los gastos de propaganda y de comunicación que toda empresa deseosa de asentar su éxito debe desembolsar. Como todo mito duradero, el castrismo se ha implantado alimentado de la sangre de cubanos y latinoamericanos que se han prestado a esa, ya fastidiosa, imitación de épica.
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