Yo calculo que tendría unos 7 u 8 años cuando el niños Jesús me trajo unos patines que no había pedido, porque es cierto que la gente no cambia, somos lo que somos de niños, y yo de niña era cobarde. La sola idea de caerme y rasparme las rodillas me parecía terrorífica y por eso nunca aprendí a usar patines, ni patineta, ni bicicleta, ni en general ningún juguete que pudiera poner en riesgo mi intgridad física.
En fin, pero tenía los patines, así que mis padres me llevaron a Los Próceres, a que mi tío, el más pequeño y recién llegado de España, me enseñara a patinar.
Mi tío andaba entonces por los veintitantos, un muchachote fornido y portador de un bigotote a lo Magnum que se usaba mucho en aquellos años. También fue mi prima, adolescente y estrella en eso de patinaje.
En fin, que me ponen los patines, pero el miedo no me permitió andar sola ni un minuto, así que la segunda vuelta ya era con un solo patín y mi tío con el otro “para enseñarme como era”. Y en la segunda vuelta ya yo andaba pata y mi tío patinando muy contento. Como no le vi yo mucha gracia al asunto decidí quedarme con mis padres.
Pasado un rato llega mi tío, blaaaaanco, y llamando a mi papá:
-¡Hermano! ¡hermano!
-¿que pasó, Fulano? - respondió mi padre muy preocupado
-¡La hecatombe! ¡la hecatombe!
-¿pero que pasó?
-¡que chocado un coche! ¡y lo he destrozado!
Mi padre, que sabía que mi tío andaba en simples patines, no podía procesar aquella información, por lo que le repitió:
-¿pero que pasó? ¿como es eso que chocaste un carro?
-Sí, es que yo estaba patinando, agarré impulso para dar la vuelta en un poste y el poste se cayó sobre un carro.
-¿Y María? (mi primita estrella del patinaje)
-La han dejado de rehén.
-¿de rehén?
-Sí, porque el dueño del coche dice que no se va hasta que no venga tránsito a levantar el choque.
Bueno, total que mi padre, que es un gordito con cara aniñada y en esa época más, le dice a mi tío que se quede allí y va ver que pasó. Se encuentra el cuadro, efectivamente, el poste había caído sobre el carro, y lo había aplastado completamente. Un fiscal de tránsito había legado y estaba reportando el incidente por radio, más o menos así: “Bueno, un muchacho estaba con unos patines, tropezó con un poste que cayó sobre un carro y lo aplastó”.
Por supuesto, la consiguiente coña de los compañeros: “¿Pero le tomaste la placa?”, “el muchacho perdió los frenos?” y cosas por el estilo.
El fiscal termina por pedirle a mi padre que llame a lo que mi padre se refería como “el muchacho”, pues eso, que venga “el muchacho”. Allá que viene mi tío, con sus dos kilos de pelambre en la cara y el pecho y mi padre que dice: “ahí está el muchacho”.
-¿Donde? -pregunta el fiscal
-¡Ahí! - dice mi padre señalando con los ojos.
-¿Donde?
-¡Ahí! ¡coño! ¡ahí! - dice ya señalando a mi tío con el dedo.
-¡No joda, gordo! ¡que bolas tienes tú! ¡ese puede ser el padre tuyo!
Y nada, eso es todo. A mi tío, que no tenía licencia y menos carro, le pusieron una multa y régimen de presentación por haber chocado un carro andando en patines.
Otra anécdota, esta sí mía-mía, es de cuando tenía 4 años, que era yo de muy mal comer. El caso es que me daba de comer una amiga de mi mamá mientras ella trabajaba y el hijo de la señora había ido a EEUU, volviendo con los consecuentes cuentos de lo cara que era la comida.
Así me tenía mi frente a un bisteck que no me apetecía nada comer, y me dice la buena señora:
-Mire Tinita, mire lo que dijo Jorge, que en EEUU un bisteck cuesta no se cuanto y no se lo puede comer todo el mundo.
A lo que yo, monda y lironda, y parece que sin pensarlo mucho, me despaché el argumento, porque: “¡Muy bien! Pero esto no es EEUU, es Venezuela, y aquí un bisteck no cuesta eso”.
A pesar de todo esa señora me enseñó comer, porque yo usualmente le ganaba a la gente por resistencia. Es decir, yo podía pasar horas, y no es un decir, frente a un plato de comida, y claro, cualquier adulto terminaba por hartarse. Pero la buena señora agarraba una revista y se sentaba conmigo... horas también, que ella nunca tenía prisa, al punto que un día al terminar el desayuno, la viejita del carajo sin dejarme parar, me sirvió el almuerzo. Tremenda la señora, Dios la tenga a su lado, que lo merece.
Por cierto, el título que le puse al mensaje corresponde a mi berreo patriótico en el colegio, que yo estaba convencida que era: "A este santo nombre, templo del pavor".
En honor a Bela, que ha pedido un hilo sobre anécdotas infantiles.
http://foro.dracox.com/opinion/este-santo-nombre-templo-del-pavor-t4121.html?sid=a9728bd0bf3c3963f16f04a8bdf14a4a
BUEN ARTICULO ME GUSTO LEERLO Y ME DEJO UN LINDO APRENDIZAJE DE AHORA EN ADELANTE ME SENTARE CON MIS HIJOS HASTA Q COMAN ASÍ SEA TODO EL DÍA..
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