«Gadafi ha de ser juzgado». Así de firme se ha mostrado Ahmed Jibril, portavoz del jefe del Gobierno provisional de los rebeldes en conversación telefónica con ABC. Los insurgentes no quieren ni oír hablar de la supuesta oferta hecha desde Trípoli según la cual el dictador y su familia estarían dispuestos a abandonar el poder si no son perseguidos y se respetan sus bienes. Un portavoz de Gadafi negó que exista ningún tipo de negociación y calificó de «absurda» la oferta. Pero Jibril señaló que un enviado del dictador sí que se puso en contacto con el Consejo Nacional (el gobierno de los rebeldes).
Lo que quieren los rebeldes —y así lo hacen saber cada vez que este enviado especial lo ha preguntado— no es tanto sentar al dictador en el banquillo, sino que se vaya y deje abierta la puerta a la democracia. Tras cuatro décadas de opresión, les preocupa más vivir en libertad que regodearse con un Gadafi humillado.
A medida que se agrava la guerra civil y en tanto la comunidad internacional sigue sumida en un mar de dudas sobre si intervenir o no, Gadafi continúa atacando con todo su arsenal: carros de combate, aviación y artillería. Con cada día que pasa, el dictador se hace más fuerte. Y la situación de algunas de las ciudades sitiadas, más desesperada. Ras Lanuf, enclave petrolero en el este del país, volvió a vivir otra jornada de asedio desde el cielo. Las pasadas de los cazas fueron constantes a lo largo del día mientras en tierra los rebeldes disparaban desde las baterías antiaéreas al grito de «¡Alá es grande!». Los aviones dejaron caer varias veces sus bombas. Un proyectil estalló sobre una vivienda cuya familia había huido, como muchas de esta localidad de unos 10.000 habitantes.
Los rebeldes llevan tres días sin avanzar en sus posiciones más allá de Ras Lanuf. Aunque ayer hicieron otro desesperado intento por avanzar que se tradujo en fuertes combates en la localidad de Bin Yawad durante los que murieron al menos tres personas.
Un pequeño mando militar insurgente se había instalado ayer en el aeródromo que hay delante de la refinería, donde están diseñando la estrategia para seguir avanzado, según explicó a este enviado especial el sargento Abdallah Baio, de 28 años. Insistió éste en que no hay descoordinación y son los mandos militares los que dan órdenes a los civiles.
Los precios del petróleo
A su alrededor, la seguridad en torno a la refinería se había incrementado ayer con respecto a días anteriores. La actividad petrolera ha desaparecido tras tres semanas de conflicto en Ras Lanuf y en Brega. El precio del barril ronda los 115 dólares, pero si la guerra continua, muchos pronostican que el precio subirá aun mucho más. Esta es la previsión, por ejemplo, de Mohamed Idriss, un trabajador de 50 años de la empresa estatal libia Rasco, que piensa que el barril podría dispararse «hasta más de 200 dólares si Gadafi sigue en el poder». «EE.UU. lo debe bombardear como ya hizo en 1986», sentencia.
No obstante, no deja de ser curioso que los aviones de Gadafi no hayan bombardeado las instalaciones petrolíferas. En el mismo sentido, los rebeldes también tienen cuidado de no provocar grandes daños a las infraestructuras del país. Ambos bandos parecen estar seguros de su victoria. Y ni quieren destruir las instalaciones que garantizan su riqueza futura ni provocar la cólera de los jefes de tribu.
El vuelo de los aviones militares se mezclaba en la radio del coche del doctor Osama Jaswi, de 33 años, aparcado en medio del caótico control de carretera convertido en base rebelde a las afueras de Ras Lanuf. Suena a todo volumen «La voz de Libia libre», la emisora rebelde. Ya se puede escuchar en onda media y FM, explica Jaswi orgulloso de lo que para él es una victoria de la libertad de expresión frente el oscuro panorama mediático de la Libia oficialista. Vestido con su bata blanca y con pegatinas de la media luna roja colocadas en su vehículo, este anestesista es uno más de los voluntarios que ha aparcado su vida para apoyar la revolución. Tras él, la mezquita de carretera es un hormiguero de insurgentes que van y vienen cargados con alimentos destinados a los cientos de hombres llegados de otras ciudades para unirse a las tropas de la revolución.
El asedio de Zauia
Mientras, en el frente oeste, a apenas 50 kilómetros de la capital, la ciudad de Zauia seguía siendo escenario de encarnizados combates. El Ejército trata de recuperar el control de la ciudad. Las población está rodeada, los vecinos no pueden escapar y muchos edificios, entre ellos los hospitales, han sido víctimas de ls bombas, según Reuters. Naciones Unidas y organizaciones humanitarias siguen reclamando que se permita su acceso a Libia ante el enquistamiento del conflicto. Más de un millón de personas, entre las que tratan de escapar y las que están dentro, necesitan ayuda inmediata, reconoce Valerie Amos, coordinadora de la ONU.
Muchos de los heridos en el frente este, como ha observado este enviado especial, han de ser derivados en cadena, a veces a lo largo de cientos de kilómetros, desde unos centros de salud a otros ante la falta de infraestructuras en poblaciones que están siendo escenario de enfrentamientos como Ras Lanuf o Brega. La ONU reclama 160 millones de dólares para dar refugio, alimentos y atención médica a los desplazados o víctimas de la guerra civil libia.
9 de marzo de 2011
http://www.abc.es/20110309/internacional/abci-gadafi-hace-201103082259.html
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