Opinión
Gonzalo Himiob Santomé
La Voz / ND
Esta semana han ocurrido muchas cosas significativas, que deben llamarnos la atención, sobre la Venezuela en la que se vive, y más allá, sobre la ética del país en el que se quiere llegar a vivir. La “Operación Libertad” y sus logros evidentes han desatado una inmensa ola de entusiasmo y de esperanza, han puesto hechos, resultados concretos sobre la mesa y han mostrado, que por la vía del diálogo y de la protesta contundente pero pacífica y constitucional, se obtienen logros importantísimos. También como siempre ocurre en este tipo de situaciones, nos han revelado en algunos, de bando y bando, una triste naturaleza sobre la que pienso y creo conveniente hacer algunas reflexiones de peso.
La primera reflexión, tiene que ver con la “desconfianza”, tristemente enseñoreada ahora, como forma de vincularse a los hechos políticos. En el lado opositor, habían pasado apenas unos minutos del anuncio del cambio de modalidad de protesta (de huelga de hambre a vigilia), sobre la base del logro de acuerdos concretos, que poco a poco se han ido materializando, cuando ya un sector importantísimo de la nación estaba acusando a nuestros jóvenes de haber sido ingenuos e inocentes, y hasta de cosas mucho peores.
La mayoría de las acusaciones, injustas e infundadas por demás, partían más de una percepción “personal”, que ha resultado ser errada en quienes la esgrimían, que de pruebas o de evidencias sobre si el gobierno cumpliría su parte del trato o no. Los hechos, se ocuparon casi inmediatamente de deshacer cualquier equívoco, y poco a poco los logros de nuestra juventud, la inteligencia con la que actuaron, se ha ido revelando como incontrovertible.
En el lado oficialista, mucho se ha atacado a quienes han servido como intermediarios entre el poder y los estudiantes, y de manera en extremo grosera, hay que decirlo. Ello ha sido también sin motivo justificado, y sólo porque desde las tripas, que no desde el cerebro de algunos radicales obtusos, ha salido la idea de que el gobierno se está “mostrando débil”, u otras tonterías similares que pierden de vista la importancia que tiene para todos, absolutamente para todos, el que algunos hechos de especial trascendencia política (por lo menos en esta primera etapa), se estén resolviendo a través del diálogo y verdaderamente con la ley en la mano.
Una segunda reflexión, cabe hacerla sobre la base de la anterior y tiene que ver con la bajeza de los ataques que se han recibido. Hay que decirlo, la mezquindad en muchos de bando y bando ha sido la regla, por lo menos en lo que atañe a quienes no han hecho más que criticar los logros de la “Operación Libertad” desde que éstos empezaron a concretarse. Una cosa es que alguien, con pleno derecho, oficialista u opositor, no esté de acuerdo en la forma en la que se han desarrollado las cosas o que alguno pueda pensar que “si hubiera sido él, o ella”, hubiera hecho las cosas de otra manera, eso es válido, pero de allí a recurrir a la descalificación personal, directa, al insulto y a la difusión de mentiras sobre hechos y personas como medios para expresar desacuerdos hay un trecho muy largo. De los intermediarios del poder (lo he visto en los medios y redes oficiales) se ha dicho casi cualquier barbaridad. De los jóvenes que coordinan la “Operación Libertad”, y de quienes fungimos como sus asesores legales se han dicho y se difunden mentiras terribles. Representantes de ONGs, por ejemplo, de estas que ven sólo desde lejos a las cárceles venezolanas, no pisan un tribunal ni por accidente y “defienden los derechos humanos” desde la comodidad de Miami o de sus escritorios, no han cesado en tratar de hacer creer al mundo que todo lo que se logra ha sido gracias a ellas (claro, no explican cómo ni por qué, puesto que no han sido parte de nada), y no que ha sido por el esfuerzo indiscutible y el sacrificio de nuestra juventud, que se han realizado los logros. Revelan con ello, que como viven de eso, no están dispuestas a reconocerle méritos a nadie que no sean ellas mismas. Se pagan y se dan el vuelto, se autoerigen en una “cofradía de mediocres” que se aplauden y ríen entre ellas sus propias gracias y desgracias. Al menos ya sabemos quiénes son, y por ello la historia las condenará a permanecer en sus cajones de iniquidad.
Algunos presos políticos, y sus familiares, presas de un desespero comprensible (que sin embargo no justifica en ningún caso que se comprometan, como realmente se ha hecho, las libertades y logros a favor de los demás), también se han dado a la tarea de tergiversar los méritos de la “Operación Libertad” y las maneras en las que se han manejado sus temas.
No es cierto, por ejemplo, con el debido respeto, que al caso de Iván Simonovis se le “haya excluido” de las conversaciones con el gobierno. No es cierto que ningún abogado de la “Operación Libertad” les haya dicho, a él o a su esposa, que su caso fuera “inviable” (reto en todo caso a que demuestren cuándo, cómo y dónde fue eso), ni mucho menos es cierto que se les “haya dejado de lado”. Lo que sí es cierto es que, como ha sido explicado hasta el cansancio, y espero con esto cerrar definitivamente el tema, la “Operación Libertad” va por etapas necesariamente, y en esta primera etapa, repito, en esta primera etapa, se están concretando acuerdos que se han materializado gracias a que fue posible hallar, merced al diálogo constante y una muy acuciosa argumentación jurídica, puntos de encuentro, enmarcados además en la gravedad de una huelga de hambre en la que se debía proteger la vida y la salud de jóvenes estudiantes, que arriesgaron su vida durante veintitrés días de ayuno y que bien pudieran ser nuestros hijos.
Esto no quiere decir, y lo repito, no quiere decir, que los demás casos no estén siendo objeto de consideración y de atención. Como lo hemos hecho siempre bregamos y seguiremos bregando, si ellos y sus abogados lo desean y lo permiten, por todos los presos, exiliados y perseguidos, los hechos y los escritos son públicos y están allí para demostrarlo con la contundencia necesaria.
En el maremágnum de la semana, hubo otros, los que más bien apuestan a los fracasos porque son “más noticiosos” que los éxitos, que han sido incluso peores, pues en ellos su situación no justifica angustias, impaciencias ni desesperos. Allí, de ese lado están un conocido ex preso político, ahora director de un semanario, Leocenis García, y un célebre locutor de radio, Iván Ballesteros (yo a diferencia de ellos sí los menciono con nombre y apellido) jugando un juego inmoral y absurdo en el que más parecen comadres de vecindad que comunicadores sociales. ¿Qué juego?, dejar colar en sus programas, artículos y a través de las redes sociales, rumores infundados y sin prueba alguna de que una de las personas que integra nuestro equipo legal sostiene relaciones personales y emocionales con un importante miembro del gabinete, lo cual es absolutamente falso y no puede tener otro sentido, perverso hasta la médula, que el de que los logros de la “Operación Libertad” pierdan brillo, o lo que es peor, el de que se trunquen definitivamente. Mónica Fernández, que es la dama a la que se refieren en sus infames insinuaciones, les digo, tiene no sólo un historial de lucha, de honestidad que habla por sí mismo, sino que además tiene quienes la defiendan. Que dos “hombres” (así, entre comillas) se den a la tarea de jugar a la difusión de chismes, sin base, sobre una dama es imperdonable y cobarde. Si no les gusta lo que les digo ellos saben dónde encontrarme, los espero, pero mejor sería que reconocieran su error y pidieran públicamente excusas, o al menos que antes de decir tonterías, se comunicaran con los afectados, para corroborar la veracidad de lo que han afirmado. ¿Qué les cuesta?
No quiero hablar de las falsedades que muchos difunden también sobre quien esto suscribe, o sobre Alfredo Romero. No nos afectan, porque siempre hemos dejado que nuestros hechos y nuestra historia sean los que hablen por nosotros. La única recompensa que esperamos es la alegría de quienes poco a poco han vuelto al encuentro con sus familias. Nada más. Quienes me conocen saben que siempre he sido un cultor del diálogo y de la tolerancia, que prefiero una Venezuela en la que el encuentro entre adversos pese a las diferencias tenga lugar, pues eso es verdadera democracia, y no esa otra Venezuela, que tantos parecen auspiciar, en la que sigamos creyendo que todo el que no piensa como nosotros es un “enemigo”. Yo, suscribo lo que Thomas Jefferson bien decía: “El hombre que no teme a las verdades nada tiene que temer a las mentiras. Está claro que en el oficialismo y en la oposición hay tanto adalides del encuentro y del diálogo, de la tolerancia y de la paz, como promotores de la infamia, de la mentira y de la intolerancia: Yo apuesto todo lo que tengo a los primeros… ¿Y ustedes?
Gonzalo Himiob Santomé
La Voz / ND
Esta semana han ocurrido muchas cosas significativas, que deben llamarnos la atención, sobre la Venezuela en la que se vive, y más allá, sobre la ética del país en el que se quiere llegar a vivir. La “Operación Libertad” y sus logros evidentes han desatado una inmensa ola de entusiasmo y de esperanza, han puesto hechos, resultados concretos sobre la mesa y han mostrado, que por la vía del diálogo y de la protesta contundente pero pacífica y constitucional, se obtienen logros importantísimos. También como siempre ocurre en este tipo de situaciones, nos han revelado en algunos, de bando y bando, una triste naturaleza sobre la que pienso y creo conveniente hacer algunas reflexiones de peso.
La primera reflexión, tiene que ver con la “desconfianza”, tristemente enseñoreada ahora, como forma de vincularse a los hechos políticos. En el lado opositor, habían pasado apenas unos minutos del anuncio del cambio de modalidad de protesta (de huelga de hambre a vigilia), sobre la base del logro de acuerdos concretos, que poco a poco se han ido materializando, cuando ya un sector importantísimo de la nación estaba acusando a nuestros jóvenes de haber sido ingenuos e inocentes, y hasta de cosas mucho peores.
La mayoría de las acusaciones, injustas e infundadas por demás, partían más de una percepción “personal”, que ha resultado ser errada en quienes la esgrimían, que de pruebas o de evidencias sobre si el gobierno cumpliría su parte del trato o no. Los hechos, se ocuparon casi inmediatamente de deshacer cualquier equívoco, y poco a poco los logros de nuestra juventud, la inteligencia con la que actuaron, se ha ido revelando como incontrovertible.
En el lado oficialista, mucho se ha atacado a quienes han servido como intermediarios entre el poder y los estudiantes, y de manera en extremo grosera, hay que decirlo. Ello ha sido también sin motivo justificado, y sólo porque desde las tripas, que no desde el cerebro de algunos radicales obtusos, ha salido la idea de que el gobierno se está “mostrando débil”, u otras tonterías similares que pierden de vista la importancia que tiene para todos, absolutamente para todos, el que algunos hechos de especial trascendencia política (por lo menos en esta primera etapa), se estén resolviendo a través del diálogo y verdaderamente con la ley en la mano.
Una segunda reflexión, cabe hacerla sobre la base de la anterior y tiene que ver con la bajeza de los ataques que se han recibido. Hay que decirlo, la mezquindad en muchos de bando y bando ha sido la regla, por lo menos en lo que atañe a quienes no han hecho más que criticar los logros de la “Operación Libertad” desde que éstos empezaron a concretarse. Una cosa es que alguien, con pleno derecho, oficialista u opositor, no esté de acuerdo en la forma en la que se han desarrollado las cosas o que alguno pueda pensar que “si hubiera sido él, o ella”, hubiera hecho las cosas de otra manera, eso es válido, pero de allí a recurrir a la descalificación personal, directa, al insulto y a la difusión de mentiras sobre hechos y personas como medios para expresar desacuerdos hay un trecho muy largo. De los intermediarios del poder (lo he visto en los medios y redes oficiales) se ha dicho casi cualquier barbaridad. De los jóvenes que coordinan la “Operación Libertad”, y de quienes fungimos como sus asesores legales se han dicho y se difunden mentiras terribles. Representantes de ONGs, por ejemplo, de estas que ven sólo desde lejos a las cárceles venezolanas, no pisan un tribunal ni por accidente y “defienden los derechos humanos” desde la comodidad de Miami o de sus escritorios, no han cesado en tratar de hacer creer al mundo que todo lo que se logra ha sido gracias a ellas (claro, no explican cómo ni por qué, puesto que no han sido parte de nada), y no que ha sido por el esfuerzo indiscutible y el sacrificio de nuestra juventud, que se han realizado los logros. Revelan con ello, que como viven de eso, no están dispuestas a reconocerle méritos a nadie que no sean ellas mismas. Se pagan y se dan el vuelto, se autoerigen en una “cofradía de mediocres” que se aplauden y ríen entre ellas sus propias gracias y desgracias. Al menos ya sabemos quiénes son, y por ello la historia las condenará a permanecer en sus cajones de iniquidad.
Algunos presos políticos, y sus familiares, presas de un desespero comprensible (que sin embargo no justifica en ningún caso que se comprometan, como realmente se ha hecho, las libertades y logros a favor de los demás), también se han dado a la tarea de tergiversar los méritos de la “Operación Libertad” y las maneras en las que se han manejado sus temas.
No es cierto, por ejemplo, con el debido respeto, que al caso de Iván Simonovis se le “haya excluido” de las conversaciones con el gobierno. No es cierto que ningún abogado de la “Operación Libertad” les haya dicho, a él o a su esposa, que su caso fuera “inviable” (reto en todo caso a que demuestren cuándo, cómo y dónde fue eso), ni mucho menos es cierto que se les “haya dejado de lado”. Lo que sí es cierto es que, como ha sido explicado hasta el cansancio, y espero con esto cerrar definitivamente el tema, la “Operación Libertad” va por etapas necesariamente, y en esta primera etapa, repito, en esta primera etapa, se están concretando acuerdos que se han materializado gracias a que fue posible hallar, merced al diálogo constante y una muy acuciosa argumentación jurídica, puntos de encuentro, enmarcados además en la gravedad de una huelga de hambre en la que se debía proteger la vida y la salud de jóvenes estudiantes, que arriesgaron su vida durante veintitrés días de ayuno y que bien pudieran ser nuestros hijos.
Esto no quiere decir, y lo repito, no quiere decir, que los demás casos no estén siendo objeto de consideración y de atención. Como lo hemos hecho siempre bregamos y seguiremos bregando, si ellos y sus abogados lo desean y lo permiten, por todos los presos, exiliados y perseguidos, los hechos y los escritos son públicos y están allí para demostrarlo con la contundencia necesaria.
En el maremágnum de la semana, hubo otros, los que más bien apuestan a los fracasos porque son “más noticiosos” que los éxitos, que han sido incluso peores, pues en ellos su situación no justifica angustias, impaciencias ni desesperos. Allí, de ese lado están un conocido ex preso político, ahora director de un semanario, Leocenis García, y un célebre locutor de radio, Iván Ballesteros (yo a diferencia de ellos sí los menciono con nombre y apellido) jugando un juego inmoral y absurdo en el que más parecen comadres de vecindad que comunicadores sociales. ¿Qué juego?, dejar colar en sus programas, artículos y a través de las redes sociales, rumores infundados y sin prueba alguna de que una de las personas que integra nuestro equipo legal sostiene relaciones personales y emocionales con un importante miembro del gabinete, lo cual es absolutamente falso y no puede tener otro sentido, perverso hasta la médula, que el de que los logros de la “Operación Libertad” pierdan brillo, o lo que es peor, el de que se trunquen definitivamente. Mónica Fernández, que es la dama a la que se refieren en sus infames insinuaciones, les digo, tiene no sólo un historial de lucha, de honestidad que habla por sí mismo, sino que además tiene quienes la defiendan. Que dos “hombres” (así, entre comillas) se den a la tarea de jugar a la difusión de chismes, sin base, sobre una dama es imperdonable y cobarde. Si no les gusta lo que les digo ellos saben dónde encontrarme, los espero, pero mejor sería que reconocieran su error y pidieran públicamente excusas, o al menos que antes de decir tonterías, se comunicaran con los afectados, para corroborar la veracidad de lo que han afirmado. ¿Qué les cuesta?
No quiero hablar de las falsedades que muchos difunden también sobre quien esto suscribe, o sobre Alfredo Romero. No nos afectan, porque siempre hemos dejado que nuestros hechos y nuestra historia sean los que hablen por nosotros. La única recompensa que esperamos es la alegría de quienes poco a poco han vuelto al encuentro con sus familias. Nada más. Quienes me conocen saben que siempre he sido un cultor del diálogo y de la tolerancia, que prefiero una Venezuela en la que el encuentro entre adversos pese a las diferencias tenga lugar, pues eso es verdadera democracia, y no esa otra Venezuela, que tantos parecen auspiciar, en la que sigamos creyendo que todo el que no piensa como nosotros es un “enemigo”. Yo, suscribo lo que Thomas Jefferson bien decía: “El hombre que no teme a las verdades nada tiene que temer a las mentiras. Está claro que en el oficialismo y en la oposición hay tanto adalides del encuentro y del diálogo, de la tolerancia y de la paz, como promotores de la infamia, de la mentira y de la intolerancia: Yo apuesto todo lo que tengo a los primeros… ¿Y ustedes?
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